Prólogo
                      
                    
                    MOTIVOS Y ESTRATEGIAS:
                      
                    
                    
                       
                    
                    LA
                      CENSURA COMO MOTIVO Y LAS ESTRATEGIAS
                      
                    
                    DE LOS AUTORES COMO
                      RESPUESTAS
                      
                    
                    ————
                          
                    
                    Ángel
                      Berenguer
                      
                    
                    Universidad
                      de Alcalá
                          
                    
                    
                       
                    
                    
                    Regreso a los sesenta en los sesenta.
                      Recuerdo la pasión teórica parisina de mis años mozos: las interpelaciones de goldmannianos, lacanianos, telquelianos,
                      etc. Todo acabó en tablas. Como Levy Strauss ha reconocido, el estructuralismo nació como un instrumento, no como un paradigma
                      crítico.
                      
                    
                    En aquel contexto me situé, durante unos
                      años enormemente formativos, en el círculo académico de Lucien Goldmann (1913-1970). Lo relevante del método goldmanniano debe situarse no en su base sociológica
                      marxista, sino en su propuesta ligada tanto al estructuralismo como a los
                      trabajos sobre la génesis del conocimiento de Jean Piaget,
                      lo que desembocó en su  estructuralismo genético. Para llegar a
                      sus últimas concepciones metodológicas, Lucien Goldmann recorrió un camino  propio desarrollando una estrategia intelectual rica y compleja en la
                      que aparecen no pocas de las cuestiones abordadas por la filosofía neokantiana y las técnicas estructuralistas. Goldmann, sin embargo, se quedaría enredado en la
                      controversia marxista. Su propuesta intelectual se verá afectada por sus
                      propios principios ideológicos manifiestamente ligados a las propuestas de Lukács (sobre todo al
                      primer Lukács), desligándose de los contenidos
                      marxistas ortodoxos con los que el pensador húngaro planeó establecer un paradigma
                      estético marxista.
                      
                    
                    Hasta cierto punto se podría pensar que Goldmann se encuentra en una disyuntiva trágica (según sus
                      propios términos): mantener una fidelidad absoluta al pensamiento marxista
                      (proponiendo lecturas propias del mismo y buscando fórmulas que le permitieran
                      pensar en libertad; de hecho, piensa haberlas encontrado en el joven Lukács) y buscar salidas teóricas propias en las que, cada
                      vez más, aparecían las limitaciones del método marxista. En este contexto,
                      plantea hasta el final de su vida una crítica frontal de la metodología
                      marxista en lo que tiene de método como único objetivo en sí mismo. La
                      ortodoxia metodológica, si bien puede constituir un espacio tranquilizador, no
                      puede justificarse únicamente en ese contexto porque acaba convertida en un
                      sistema encuadrado en el peor positivismo. Su método se estrelló contra un muro
                      que sólo ha desaparecido cuando cayó el de Berlín.
                      
                    
                    En los últimos años he vuelto a
                      plantearme aquellos problemas, con alguna experiencia más, pero con la misma
                      pasión de los años pretéritos. Así, pues, hablamos de una propuesta hacia un
                      paradigma crítico que responda a cuestiones fundamentales (en este entorno
                      crítico actual tan difuso) partiendo de posiciones propias, aunque ligadas a
                      las últimas posiciones de Goldmann en sus
                      publicaciones póstumas. Las cuestiones esenciales, que justifican estas
                      palabras, están planteadas respondiendo a la perplejidad con que las nuevas
                      generaciones se asoman a la práctica profesional de la crítica y la investigación
                      del Teatro.
                      
                    
                    Para ello, debemos centrarnos en el
                      Teatro como expresión espectacular del Yo (del autor, del director, del actor,
                      etc.) en el mundo contemporáneo. Su inserción en los paradigmas artísticos es
                      evidente y, con ellos, plantea preguntas fundamentales. Durante los mil años
                      que preceden a las revoluciones contemporáneas (776-1789) la expresión artística
                      occidental ha producido cinco paradigmas formales (románico, gótico, renacentista, barroco y neoclásico). En los dos
                      siglos y medio posteriores la creación de paradigmas formales se ha disparado.
                      Sólo el siglo XIX plantea ya una producción que se iguala con los diez siglos
                      anteriores (romanticismo, realismo,
                        naturalismo y simbolismo, sin mencionar lenguajes artísticos iniciados en
                      la última década del siglo y continuados en el siglo XX como el impresionismo y su proyección en las
                      actitudes vanguardistas).
                      
                    
                    ¿Qué ha pasado para que esto suceda así?
                      A través de esta breve exposición trato de llegar a una respuesta que explique
                      este fenómeno y que nos permita configurar un marco teórico adecuado para el
                      estudio del arte teatral en la contemporaneidad.
                      
                    
                    La contemporaneidad
                      
                    
                    La historia contemporánea occidental es
                      ante todo el itinerario hacia la consecución plena de los valores utópicos
                      revolucionarios burgueses: Libertad,
                        Igualdad y Solidaridad. Sus avances y retrocesos, sus conquistas y
                      derrotas, constituyen el caldo de cultivo de las distintas mentalidades que
                      pretenden conservar el orden del pasado (el pasado es, naturalmente un concepto
                      dinámico), ordenar y aprovechar el presente, o construir un futuro que se
                      desvanece al hacerse realidad y ser contrastado con los valores utópicos que lo
                      idearon y definieron. En esta perspectiva, debemos tener en cuenta algunas
                      consideraciones:
                      
                    
                    
                       
                      
                       
                    
                    El concepto de individualismo filosófico (social y políticamente revolucionario),
                      acuñado por las revoluciones burguesas,  proviene de ideales ya enunciados en el Renacimiento y reconsiderados
                      durante los períodos barroco y neoclásico. Así algún sector del mismo se
                      asentará sobre principios artísticos formales ‘recuperados’ del pasado para
                      expresar una ideología radicalmente burguesa (recordemos la pintura de David) y
                      no necesariamente ‘revolucionarios’ (el conflictivo lenguaje pictórico de Goya
                      como pintor de cámara).
                      
                    
                    La consecución de un grado determinado
                      de consagración en un lenguaje
                      artístico, y su materialización en un sistema político, genera un movimiento
                      pendular que se manifiesta en la aparición de valores estéticos preservadores de las experiencias del
                      pasado —a partir de las cuales elaboran respuestas a la problemática presente y
                      futura—, y radicales (aquellos que
                      niegan al pasado su carácter de referencia sobre la que construir el futuro
                      pero implican la reivindicación —‘conflictiva’— del origen, lo original y
                      ‘auténtico’). En uno y otro caso, debemos señalar que su entidad teórica está
                      más sujeta a formulaciones extra-estéticas de lo que, a primera vista, parece
                      desprenderse de su práctica creadora.
                      
                    
                    La recuperación de los valores enunciados por la revolución social y política: las actitudes
                      ‘fundamentalistas’ aportadas por nuevos o alternativos proyectos doctrinales o
                      sectarios se transponen al medio de la creación imaginaria casi sin traducción
                      o adaptación, en lo que se refiere a las actitudes artísticas de carácter
                      vanguardista y político.
                      
                    
                    Precisamente como consecuencia de las
                      reflexiones anteriores, diferenciaremos entre visión del mundo (conjunto de factores que determinan la mentalidad
                      de un grupo determinado) y conciencia (la concreción, en la mente del autor, de los valores y la visión del grupo con
                      que se identifica y desde cuya mentalidad construye su obra). Como consecuencia
                      de esta visión del mundo, se generan
                      las diversas fórmulas estéticas que practican los distintos autores. En ellas
                      proponen alternativas individuales según la conciencia que su experiencia vital
                      ha ido conformando. La selección del lenguaje artístico en que quiere plantear
                      su obra será realizada por el autor teniendo en cuenta todo lo que precede.
                      Elegirá un modo de expresión acorde con sus propósitos, intereses, gustos, etc.
                      
                    
                    Sociedad cerrada vs. Sociedad abierta
                      
                    
                    La
                      Contemporaneidad se basa, fundamentalmente, en el Yo como fuente del poder. A
                      partir de la implementación de los postulados revolucionarios —Igualdad, Libertad y Solidaridad—, la asociación humana asume la escisión del YO y el
                        ENTORNO y va sustituyendo el viejo paradigma del antiguo régimen. Se podría
                        decir que todo el proceso en el sistema occidental se había dirigido a la
                        creación y consolidación de un marco social humano que protegiera al individuo
                        y al grupo de las inclemencias del entorno. El yo supeditaba sus posibilidades
                        a un sistema de seguridad. Con la llegada de la Contemporaneidad se consolida
                        la perspectiva del Yo y se inicia la implementación de sus potencialidades.
                            
                          
                    
                       
                    
                    La sociedad occidental experimenta así
                      un proceso de apertura (Popper, 1981) en su historia.
                      En el antiguo régimen la asociación humana imitaba la aparente inmovilidad del Entorno y se confundía con él. Era una sociedad cerrada donde el poder emanaba
                      de Dios y éste se lo confería al Rey con la aquiescencia de la Iglesia. Al Yo
                      sólo le quedaba la posibilidad de aceptar su papel de súbdito y actuar en
                      función del mismo.
                      
                    
                    Con la contemporaneidad se introduce una
                      convulsión revolucionaria que subvierte esta estructura y sustituye a Dios y su
                      testaferro terrenal por el Estado. Éste ya no ejecuta el poder de acuerdo a una
                      voluntad divina sino que lo somete a la Razón (la Ley y su praxis: la
                      Justicia). Este proceso, en realidad, representa la consolidación del Yo, del
                      individuo. El Yo abandona su status de súbdito y acepta la responsabilidad de ser un ciudadano.
                      Esta posibilidad conllevará la capacidad de influir en la administración de ese
                      poder a través del sufragio universal. Se está construyendo una sociedad abierta.
                      
                    
                    El filósofo austriaco Karl R. Popper ha sistematizado
                      con claridad ambas concepciones: la sociedad
                        cerrada poseía un carácter mágico, tribal y colectivista, la sociedad abierta permite que sus
                      individuos adopten decisiones personales; la sociedad cerrada es una sociedad ‘orgánica’ donde los miembros que
                      la componen están ligados entre sí por vínculos semibiológicos (parentesco, convivencia, tacto, olfato, vista, etc.) sin establecer ningún
                      tipo de competencia; la sociedad abierta,
                      en cambio, es una sociedad ‘abstracta’ y sus individuos se mueven y se
                      esfuerzan por elevarse socialmente, ocupando progresivamente los espacios
                      socio-económicos reservados a otros estamentos (lucha de clases).
                          
                        
                    De esta forma se abandona una sociedad
                      que, surgida de lo ancestral y gobernada por la irracionalidad, confunde la 
                          
                          uniformidad convencional con la uniformidad
                            natural, estructurando así una dinámica que promueve, entre otras cosas,
                            universos simbólicos religiosos que aportan seguridad, emanada de estructuras
                            naturales, al individuo y al grupo. Es la sociedad del tabú donde la 
                          
                          responsabilidad se diluye irracionalmente en el colectivo
                          
                          . En la sociedad abierta occidental
                            contemporánea se propone, ya desde sus inicios en sus paradigmas utópicos, una
                            sociedad racional que 
                          
                          aceptará la convención y promoverá por ello los
                            cambios sociales. Sus individuos, al tomar decisiones personales, están
                            asumiendo una responsabilidad individual.
                            
                        
                    Esta sociedad
                      abierta ya no tendrá su origen en lo ancestral, sino en la tensión,
                      en la inquietud, que se produce tras
                      la caída de la sociedad cerrada:
                      
                    
                    Es la tensión creada por el esfuerzo que
                      nos exige permanentemente la vida en una sociedad abierta y parcialmente
                      abstracta, por el afán de ser racionales, de superar por lo menos algunas de
                      nuestras necesidades sociales emocionales, de cuidarnos nosotros solos y de
                      aceptar responsabilidades. (Popper, 1981,173).
                      
                    
                    En esta tensión se produce la escisión del Yo y el Entorno. La tensión a que nos referimos es un
                      concepto que engloba varios elementos, entre los que hay que incluir la
                      discordia existente entre el Yo y sus ideales de autenticidad y el Entorno como
                      sistema alienante; la realidad (lo actual) y el deseo (la implementación de los
                      enunciados paradigmáticos fundacionales), pero también el complejo sistema de
                      interacciones existentes entre algunos otros binomios que definen la
                      contemporaneidad: exterior/interior, objeto/conciencia...
                      Así pues, se parte de dos conceptos:
                      
                    
                    Yo: la perspectiva del
                      individuo que ha sido elaborada por su cerebro ejecutivo y que se convierte en
                      la 
                          
                        
                    medida de la realidad en que
                      está inmerso.
                        
                        
                    Entorno: el conjunto de señales y circunstancias
                      que, de algún modo, imponen al YO un marco definido de actuación.
                      
                    
                    En realidad, el proceso global de cambio
                      iniciado por las revoluciones burguesas contiene ya en sus primeros elementos y
                      apreciaciones todo un arsenal de valores enunciados que deben ser implementados
                      con el paso del tiempo; el desarrollo de los valores originales y su
                      implantación cada vez más universal en las distintas sociedades que aceptan y
                      desean desarrollar el nuevo orden. Este proceso de implementación es, al mismo
                      tiempo, causa de nuevas transformaciones y resultado de las acciones personales
                      y sociales sobre el sistema para su transformación continua.
                      
                    
                    Esta cuestión, que puede resultar
                      evidente a cualquier observador atento de la historia social, política y
                      económica de los últimos doscientos años en el mundo occidental, ha pasado
                      desapercibida, en no pocos casos, para los historiadores de la producción
                      artística. Así, se han establecido sistemas estables y autónomos para
                      comprender fenómenos que son de naturaleza cambiante y de objetivos múltiples
                      en su propio origen. Del mismo modo que la metodología empleada para el estudio
                      de la economía europea de la mitad del siglo XIX resulta insuficiente para
                      explicar los sistemas económicos globales establecidos en el mundo actual o los
                      principios de la física anteriores a la relatividad tienen un valor muy
                      discutido en la física de hoy, parece oportuno pensar que debemos replantear el
                      sistema con el cual deseamos explicar, y no sólo comprender, la producción
                      artística en las diversas etapas de la edad contemporánea. Por ello, nos ha
                      parecido oportuno establecer un conjunto de reflexiones que afectan, a nuestro
                      entender, no sólo al plano de la comprensión de la obra artística sino también
                      al de su explicación.
                      
                    
                    Con el nuevo orden surgirán nuevas
                      fronteras para el desarrollo del Yo que se verán acompañadas (no necesariamente
                      simultaneadas) por una evolución no menos drástica y constante del entorno
                      creado por el nuevo orden social, económico y político. Mientras en el Antiguo
                      Régimen el Yo y el Entorno tenían un marco determinado y fijo y se
                      desarrollaban de manera paralela y coherente con los principios básicos del
                      sistema, en el Nuevo Régimen el individuo (es decir, el Yo) iniciará un proceso
                      de cambio que va desde la rebelión romántica hasta la formulación del
                      subconsciente como elemento motor de la acción individual en el marco social,
                      pasando por diversas concepciones del individuo y su capacidad de intervenir y
                      cambiar (o preservar) los procesos históricos. Sin embargo, frente a la aparición
                      y desarrollo consecutivo en la historia de los proyectos artísticos durante el
                      Antiguo Régimen, el mundo contemporáneo acepta y mantiene la coexistencia de
                      fórmulas y discursos imaginarios, a veces contradictorios, pero que expresan
                      muy bien la esencia de la Contemporaneidad.
                      
                    
                    En esta época aparece el fenómeno de la simultaneidad en los estilos y las
                      tendencias artísticas: la creación adopta lenguajes muy distintos (a veces
                      contradictorios) cuya calidad resulta innegable a pesar de expresar conceptos
                      muy enfrentados. Pueden coexistir pintores como Picasso y Dalí, Tapies y Antonio López, estilos como el surrealismo y el expresionismo,
                      conceptos irreductibles como la figuración y el abstracto. Ello es posible como
                      consecuencia del desarrollo de una experiencia artística nueva inaugurada por
                      la Contemporaneidad: el arte en tensión.
                      
                    
                    Cerebro Ejecutivo: el nuevo Yo
                      
                    
                    
                       
                    
                    El núcleo de la sociedad abierta y
                      contemporánea es el nuevo Yo que 
                          
                          activa el cerebro
                            ejecutivo (Goldberg, 2004). Éste es el
                            responsable de que el Yo establezca estructuras y funciones en su relación con
                            el Entorno y de que diferencie la novedad de la rutina. Se trata, en el fondo,
                            de un proceso de adaptación biológica al nuevo entorno donde la capacidad de
                            supervivencia reside en la forma acertada o no de procesar la información y de
                            tomar las decisiones pertinentes en el momento adecuado.
                            
                        
                    Elkhonon Goldberg ha
                      descubierto que 
                          
                          la aparición de este Yo está vinculada al
                            proceso evolutivo que hace desarrollar en la especie humana los lóbulos
                            frontales como órganos de control de la persona. 
                          
                        
                    Según este neurólogo, “como sede de la
                      intencionalidad, la previsión y la planificación, los lóbulos frontales son los
                      más específicamente ‘humanos’ de todos los componentes del cerebro humano” (Goldberg, 2004: 39). Gracias a ellos, el Yo es capaz de
                      formular objetivos y de generar una autoconciencia que regule desde dentro la
                      capacidad de interacción con el exterior.
                      
                    
                    La formación del neocórtex alrededor del cerebro
                      culmina la evolución biológica de este proceso y cambia radicalmente la forma
                      en que se procesa la información, dotando al cerebro de una potencia y una
                      complejidad computacional mucho mayores. El neocórtex consta de cuatro lóbulos mayores, cada uno de
                      ellos ligado a su propio tipo de información: “El lóbulo occipital trabaja con la información visual, el lóbulo temporal trabaja con los sonidos, el
                      lóbulo parietal trabaja con
                      sensaciones táctiles, y el lóbulo frontal trabaja con los movimientos” (Goldberg, 2004: 48).
                      Los lóbulos frontales son singularmente apropiados para coordinar e integrar el
                      trabajo de todas las demás estructuras cerebrales. Goldberg lo denomina ‘el director de la orquesta’.
                      
                    
                    La diferencia entre los dos hemisferios
                      cerebrales gira alrededor de la diferencia entre novedad cognitiva y rutina
                        cognitiva (Goldberg, 2004: 59-60). A diferencia
                      del comportamiento instintivo, el aprendizaje, por definición, es cambio. El
                      organismo encuentra una situación para la cual no tiene preparada una respuesta
                      efectiva. Con exposiciones repetidas a situaciones similares a lo largo del
                      tiempo, emergen estrategias de
                      respuesta apropiadas. En una etapa primitiva de todo proceso de aprendizaje el
                      organismo se enfrenta con la ‘novedad’,
                      y la etapa final del proceso de aprendizaje puede considerarse como ‘rutinización’ o ‘familiaridad’. La transición de novedad a rutina es el ciclo
                      universal de nuestro mundo interior. La gran organización que es el cerebro
                      parece consistir en dos divisiones principales: una que trabaja con proyectos
                      relativamente nuevos, y la otra que ejecuta las líneas de producción ya
                      probadas y establecidas. En realidad, cada hemisferio cerebral está implicado
                      en todos los procesos cognitivos, pero su grado
                        de implicación relativa varía de acuerdo con el principio novedad-rutina. (Goldberg, 2004: 68).
                      
                    
                    Goldberg es consciente de la ambigüedad del
                      mundo en que vivimos. Las elecciones que hacemos no son inherentes a las
                      situaciones que se nos presentan. Son un intercambio complejo entre las
                      propiedades de las situaciones y nuestras propiedades, nuestras aspiraciones,
                      nuestras dudas y nuestras historias: “La libertad de elección es posible sólo
                      cuando la ambigüedad está presente” (Goldberg, 2004:
                      93-94). De esta forma, el Yo emerge y se manifiesta. A diferencia de los
                      organismos primitivos, los humanos son seres activos más que reactivos. La
                      transición del comportamiento básicamente reactivo al comportamiento
                      básicamente proactivo es probablemente el tema
                      central de la evolución del sistema nervioso. Somos capaces de fijar objetivos,
                      nuestras visiones de futuro. Luego actuamos de acuerdo con nuestros objetivos.
                      Pero para guiar nuestro comportamiento de una forma sostenida, estas imágenes
                      mentales del futuro deben convertirse en el contenido de nuestra memoria; así
                      se forman los recuerdos del futuro (Goldberg, 2004:
                      139).
                      
                    
                    
                       
                    
                    Nuestro éxito en la vida dependerá
                      críticamente de dos capacidades: la capacidad para intuir nuestro propio mundo
                      mental y el de otras personas. Estas capacidades están estrechamente
                      interrelacionadas y ambas están bajo el control del lóbulo frontal.
                      
                    
                    Yo Individual – Yo Transindividual
                          
                    
                    A partir de estas ideas de Goldberg podemos distinguir un Yo individual que activa fundamentalmente el Lóbulo derecho, ya que
                      trabaja con proyectos relativamente nuevos, y un Yo transindividual que activa el Lóbulo
                      izquierdo para  ejecutar las líneas de
                      producción ya probadas y establecidas. El Yo individual diseña estrategias que
                      configuran acciones significativas con las que responde a las agresiones del
                      Entorno. El Yo transindividual, por su parte, genera reacciones,
                      o sea, 
                          
                        
                    sistemas de respuesta a la agresión del Entorno
                      (motivos) que recogen las estrategias positivas del Yo individual
                      (en su búsqueda de los valores fundacionales: autenticidad) y las adopta como
                      fórmula para la adaptación del grupo al entorno cambiante.
                      
                    
                    Desde la flexibilidad y movilidad que
                      caracterizan a la Edad Contemporánea (frente a la inmovilidad del sistema
                      anterior), el individuo genera una respuesta al variable entorno (del
                      artesanado a la industria, de la servidumbre al proletariado, de la ciudad a la
                      gran urbe, de la familia extendida a la nuclear, etc.) en el que debe
                      sobrevivir, y lo hace de un modo particular, con un estilo personal, que acaba
                      convertido en un lenguaje a través del cual expresa, en el plano de la realidad imaginaria,
                      las noticias y las circunstancias cambiantes y contradictorias del plano de la realidad conceptual, cuyos
                      datos y circunstancias nos revela el estudio de la mediación histórica.
                            
                        
                    En esta nueva forma de intervención del
                      individuo en los procesos históricos, con su también nueva identidad individual
                      (sujeto y objeto de la historia, percepción diferente de la realidad
                      sensorial), reside la definición del Yo que se inaugura a partir del último
                      cuarto del siglo XVIII en la civilización occidental, y se irá implementando en
                      los dos siglos siguientes.
                      
                    
                    Contenido en los grandes principios de
                      las revoluciones burguesas, el concepto de persona y su lenta implantación
                      representan un largo camino, no lineal sino realizado desde un constante
                      retorno a los grandes principios que inspiraron aquellas revoluciones. Esta vía
                      transcurre a través de un paisaje constantemente nuevo y en transformación: el
                      Entorno en que evoluciona la experiencia individual (la cual incluye la
                      necesidad imperativa de una transvaloración que afecta a todos los valores, y constituye
                      una visión de la realidad entendida como ruptura y salto respecto a las
                      condiciones imperantes, para conseguir una existencia auténtica, es decir,
                      regida por los ideales revolucionarios contemporáneos).
                      
                    
                    En dicho Entorno se sitúa el marco para
                      la producción de distintas visiones del
                        mundo. Es el lugar de la acción colectiva y el espacio de las transacciones
                      entre individuos y grupos. Se trata del ámbito histórico de la colectividad que
                      tiene su propia entidad (duración en el tiempo y en el espacio), frente a la
                      parcialidad dispersa y efímera del Yo, que preserva o ataca los valores
                      establecidos aceptando o discutiendo el sistema de alienaciones (existencia
                      inauténtica) a que se ve sometido en su Entorno. La agónica lucha del Yo con
                      dichas alienaciones (ampliamente contempladas por la teoría psicoanalítica)
                      deja huellas indelebles en los productos de la creación artística. Así, por
                      ejemplo, ocurre con las obras de arte en que se critica la tecnificación o la
                      burocratización de las relaciones humanas, consideradas como elementos de una
                      nueva racionalidad represiva propagada, generalmente, desde los espacios
                      institucionales.
                      
                    
                    La relación problemática del Yo con su
                      Entorno nos parece constituir la base de una realidad cada vez más ligada a la
                      experiencia individual que, por tanto, deja de ser estable y objetiva como en
                      las edades históricas precedentes. El discurso de la Gran Historia se atomiza en múltiples historias particulares cada
                      vez más especializadas (desde la nación hasta el ámbito más local, de la
                      humanidad a sectores minoritarios, de las grandes fuentes historiográficas a
                      los detalles de lo singular y lo cotidiano). Ello contribuye a la falta de
                      valores establecidos de modo absoluto y también a la búsqueda de los mismos.
                      
                    
                     El
                      ser humano se tiene que ir instalando en la provisionalidad y la inestabilidad
                      como consecuencia de un sistema de valores así caracterizado, que no será ajeno
                      a las manifestaciones efímeras del
                      arte (con su carga de inaccesibilidad al tráfico mercantil), que indagará las
                      posibilidades expresivas de la transitoriedad. En el seno de estos valores se
                      plantearán las opciones del individuo en relación con los demás individuos,
                      formando grupos que promueven mentalidades en constante proceso de realización
                      entre la afirmación y la negación, y el retorno a los ideales de la contemporaneidad.
                      
                    
                    Teoría de Motivos
                      
                      
                       
                      
                       
                      
                      
                    
                    La necesidad de formular nuestra Teoría
                      de Motivos para explicar la génesis de la obra teatral en la
                      contemporaneidad parte, pues, de estas reflexiones y puede ser explicada en dos
                      direcciones opuestas en función de nuestro interés de observación: del Entorno
                      al Yo (producción de la obra) o del Yo al Entorno (crítica de la obra).
                      
                    
                    En el primer caso, el Yo genera una obra
                      partiendo del Entorno que se configura como el plano conceptual donde la
                      transformación es constante. Esta inestabilidad creará en el Yo una tensión a
                      la que reaccionará significativamente a través de estrategias. Su reacción a la tensión se concreta en una reacción a motivos específicos que deben ser el
                      objeto último de un estudio crítico. El conjunto de estrategias que adopta el
                      Yo individual, en esa búsqueda de la autenticidad, quedan supeditadas a los
                      sistemas de reacciones que el Yo transindividual, a
                      través de diferentes visiones del mundo, ofrece al artista y que constituirán
                      los lenguajes del Arte. La producción final de la obra se ejecutará en el plano
                      imaginario.
                      
                    
                    En este punto nos hacemos la siguiente
                      pregunta: ¿Cómo sistematizar el estudio, la comprensión y la explicación de la
                      producción artística en el contexto de la tensión existente entre el Yo y el
                      Entorno en la sociedad abierta contemporánea? Nuestra respuesta son las
                      mediaciones. Las mediaciones se plantean en este método como estructuras cuya
                      función consiste en establecer y sistematizar las áreas en que el Yo se relaciona
                      de una manera problemática (tensión) con el Entorno. Una mediación la constituye el conjunto de hechos, ideas y experiencias
                      que afectan al individuo y generan su inserción en un determinado grupo humano
                      de modo permanente, o temporal en el caso de personas cuya orientación
                      ideológica cambia radicalmente en distintos períodos de su vida.
                      
                    
                    Proponemos tres mediaciones que son el resultado de una necesidad metodológica para
                      la exposición de datos, claramente interrelacionados, que incluyen:
                      
                    
                    — el proceso histórico (mediación histórica),
                      
                    
                    — la respuesta consensuada de los
                      diferentes grupos o sectores sociales a este proceso, y su valoración del
                      desarrollo individual, enmarcado en el entorno variable y complejo de la
                      contemporaneidad que desarrolla factores
                        históricos cuya enunciación y práctica transforman la cotidianidad (mediación psicosocial),
                      
                    
                    — el origen y estructura de los
                      conceptos y de las técnicas aplicadas por los creadores en sus obras y el modo
                      en que un estilo o una actitud artística se corresponde con una mentalidad en
                      un momento histórico preciso (mediación
                        estética).
                      
                    
                    Si nos centramos en esta última
                      mediación, los lenguajes artísticos que han ido sucediéndose en la historia
                      contemporánea pueden ser sistematizados de la siguiente forma. Habría dos
                      lenguajes del Yo en el XIX que serían el Romanticismo y el Simbolismo, y dos
                      lenguajes del Entorno que serían el Realismo y el Naturalismo. En siglo XX la
                      amplia y diversa actitud vanguardista también podría ser sistematizada en unos
                      lenguajes del Yo —Dadaísmo y Surrealismo (con su epígono Absurdo)— y otros lenguajes del Entorno —Futurismo y
                      Expresionismo—.
                      
                    
                    En dirección contraria transcurre la
                      observación del modo en el que el Yo recibe la obra de arte. El Yo como
                      receptor accede a la obra de arte en el plano imaginario. En un primer nivel
                      identifica de forma primaria las características de la obra; en el Nivel de
                      Comprensión recurre a la Teoría, la Historia y la Crítica anteriores para
                      decodificar aquellos significados que no dependen de la observación directa.
                      Finalmente, en el nivel más profundo, en la Explicación, el Yo accede a las
                      estrategias que ha utilizado el artista para la configuración de su obra y los
                      motivos que la han alentado, y materializa sus reflexiones en el texto crítico,
                      regresando así al plano conceptual del que partió el artista.
                      
                    
                    Censura como motivo en la Era de Franco
                      
                    
                    En este contexto debe situarse la
                      investigación de Berta Muñoz Cáliz que aquí se publica y que constituye un
                      material complementario de su tesis doctoral El teatro crítico español durante el franquismo, visto por sus censores.
                      El trabajo ingente realizado por la Dra. Muñoz constituye un material nuevo e
                      ineludible que materializa la tensión existente en la sociedad española durante
                      la Dictadura del General Franco. Sus datos nos permitirán establecer con más
                      objetividad la andadura del teatro español de aquellos años.
                      
                    
                    Este trabajo debe enmarcarse también en
                      el contexto del proyecto de investigación de la Universidad de Alcalá que
                      pretende establecer todos los parámetros de la recepción del teatro español
                      durante todo el siglo XX.
                      
                    
                    Consideramos que es imprescindible esta
                      aportación para establecer las bases de una verdadera historia del teatro
                      español en la que resplandezcan las obras y los autores que supieron
                      transmitirnos su desasosiego personal y sus respuestas a los motivos que la
                      tensión instaurada por el régimen franquista en España infligía a todos los
                      españoles.
                      
                    
                    
                       
                    
                    
                       
                    
                    BIBLIOGRAFÍA
                      
                    
                    Goldberg, Elkhonon (2004), El cerebro ejecutivo. Lóbulos frontales y mente civilizada, Barcelona,
                      Crítica.
                      
                    
                    Popper, Karl R. (1981) [1945], La sociedad abierta y sus enemigos,
                      Barcelona, Paidós.